jueves, 15 de octubre de 2009

El Ritual de Calistria

Mi personaje en la partida La Maldición del Trono Carmesí, Fahleena (noble1/clériga10 de Calistria) ha recibido una maza bendecida por dos diosas: Desna y Pharasma. El personaje desea que la diosa a la que sirve también le otorgue su bendición a la maza, para ello realiza un ritual que tiene como finalidad conseguir que la maza tenga la apariencia de un látigo, que es el arma de Calistria. Además la diosa (a través de nuestra maravillosa y generosa master) le concedió también a la maza la propiedad "Vengadora". Os dejo aquí el ritual.





Le prestaron una habitación para que llevara a cabo el ritual. Era pequeña y aún conservaba el aroma de los que habían estado antes en ella honrando a Calistria. Dos jóvenes acólitos la acompañaban y la ayudaron a encender los incensarios que no ocultaban, sino que resaltaban los olores de la habitación.

El roce de uno de los acólitos fue suficiente para encender sus sentidos. Le parecían suaves y sofisticados después de los rudos shoantis y buscó ella misma los roces que no eran casuales y que se iban haciendo más atrevidos.

Le habían prestado una túnica muy fina tejida con hilos gualdos, se había bañado con agua perfumada, un placer que había echado mucho de menos cuando se aseaba con tierra con el desierto. Se sentía rara sin la armadura puesta, en cierto modo libre pero también la echaba de menos.

-Es la responsabilidad, lo que pesa –se dijo y caminó hacia la mesa cubierta de fino encaje dorado que habían colocado en el centro de la habitación. Colocó la maza sobre ella. La maza de Coja, la maza de Alika, ¿se recordaría alguna vez como la maza de Fahleena?

La contempló un momento, un rayo de sol se colaba por las rendijas de las ventanas cerradas y la iluminaba. Los acólitos terminaron de encender las velas y se acercaron a su lado, uno de ellos le tendió la máscara de cera. Fahleena la sostuvo entre sus manos mirándola. Era su rostro pero no era ella. La máscara de las ilusiones de Calistria, la apariencia de lo que no es.

Siempre había honrado los tres aspectos de Calistria, tanto el ardor del deseo erótico como el ardor de la venganza habían latido en ella alguna vez. Eran sentimientos que la encendían y aceleraban su corazón. El engaño en cambio era más amable, era el deseo de no hacer daño, de hacer feliz a la gente haciendo que oyeran lo que deseaban oír. Cubrió su rostro con la máscara de cera.


-La verdad duele demasiadas veces. Yo misma no soy capaz a veces de mirarla a la cara. Es mejor olvidar lo que hace daño, engañarse pensando que no existe el dolor. Yo lo he hecho durante un año, hasta que vi el espíritu de Zhanas delante de mí, pero me sigo poniendo la máscara para decir que he olvidado y que no echo de menos mirar a los ojos a alguien que me quiere.

Esparció dorados pétalos de caléndula alrededor de la maza. Una avispa entró por la ventana abierta y comenzó a revolotear sobre su cabeza. Fahleena era consciente del zumbido, pero cogió el medallón de Calistria con ambas manos y se concentró para establecer comunión con su diosa.

-Mi señora –rezó-. Hoy busco tu favor, tu señal de que el camino que estoy siguiendo es el correcto. Mis pasos me han llevado a las puertas de otras diosas, he comido con las hijas de Desna, he probado el sabor de los espíritus que no adoran a nadie, acepté la protección de un siervo de Pharasma. He conocido y he buscado. Y hoy vuelvo a tu seno porque ya no sé si mis pasos son los apropiados. Si mis deseos coinciden con los tuyos. No me has negado tu ayuda y tu favor y hoy doy un paso más y te pido tu bendición. Si mi camino es tu camino. Si deseas que mi arma sea guiada por tu mano, que sea tu divina furia la que salga de mi corazón cuando azote a mis enemigos con ella.

Fahleena
se quitó la máscara, sus manos no temblaban. La colocó sobre la maza, uno de los acólitos encendió una vela y la puso sobre la mesa, la avispa daba vueltas ahora alrededor de la llama.

-Uso dones de otros dioses. Acepto la ayuda que me han dado y los respeto, pero a quien sigo es a ti, Calistria, y es tu bendición la que deseo. ¿Qué importa que ellas estén detrás, si es a ti a la que van a ver?

El
humo había llenado la habitación, las velas se consumían, los roces casuales de los acólitos se habían convertido en manos atrevidas que la excitaban, la avispa zumbaba ahora a su alrededor, la plenitud espiritual se alcanza a través del cuerpo, pero a través del goce y no del ayuno ni del dolor.

Fahleena se desasió suavemente de las manos de los acólitos y avanzo hasta la mesa. Su cuerpo palpitaba con sus sentidos excitados en presencia de su diosa. Todo se había difuminado de pronto. Notaba cómo los acólitos se movían por la habitación rellenando los incensarios, la avispa no dejaba de revolotear en torno a su cabeza. Miró por última vez la máscara que representaba su rostro. La máscara sonreía aunque ahora sus labios estaban prietos. Cogió la vela y derramó una gota de cera sobre la máscara. Se retiró unos pasos y esperó.

La avispa no dejaba de zumbar y el sonido la perturbaba, el corazón de Fahleena se aceleraba, ahora sí sus manos comenzaron a temblar. Entonces la avispa se posó sobre la máscara, caminó sobre la recta nariz y recorrió la sonrisa hasta quedar posada sobre el mentón. Fahleena cayó de rodillas al suelo, con la cabeza baja y los ojos emocionados.

La avispa continuó su recorrido y saltó hacia la maza, se quedó muy quieta sobre ella, como si algo en ella la perturbara. Los acólitos habían vuelto a su lado y también se habían arrodillado pero ella no los veía. Cuando levantó la cabeza sólo miraba la máscara, fundiéndose, derritiéndose sobre la maza, hasta que el arma quedó cubierta por un líquido pegajoso y caliente.

-Que mi rostro sea tu rostro, que tú símbolo sea mi símbolo. Que lo que vean sea lo que tú deseas, que sea tu nombre el que acuda a la boca de todos. –murmuró, reverente. La avispa levantó el vuelo. Sobre el paño dorado se veía descansando un látigo que sólo conservaba de la apariencia de la maza de Alika el mango.

Fahleena tragó saliva antes de acercarse a él. Su mano se alargó hasta el arma bendecida por la diosa y la tomó en sus manos. La maza de Alika volvió a mostrarse en cuanto ella la enarboló, mientras no atacara con ella su apariencia era la de un látigo ritual de Calistria como el que solía llevar habitualmente.

Se sentía emocionada. La diosa la había bendecido. La avispa revoloteaba ahora alrededor de la vela que ninguno de los acólitos se acercaba a apagar. Uno de ellos se acercó y la abrazó por detrás, besándola suavemente en el cuello.

-La diosa te ha bendecido, debemos honrarla.

La excitación del ritual dejaba paso a otra más física, Fahleena se dejó llevar por su instinto, en plena comunión con su diosa.