miércoles, 25 de marzo de 2009

[Trasfondo: Dragonlance] Dhariil Rashas

Este es uno de mis últimos personajes, creado para la partida Crónicas de las Tierras del Dragón, una versión alternativa de la Guerra de la Lanza de Dragonlance, mi personaje es un elfo qualinesti, hijo del senador Rashas que en un futuro será clérigo de Majere. Escribí el trasfondo en forma de carta.


DHARIIL RASHAS



Antes del exilio

Carta de Dhariil Rashas a su hermana Dharashana

Querida hermana:
Es difícil definirse uno mismo cuando sólo eres la mitad. Es algo que la mayoría de la gente no comprende, porque nacen muy pocos gemelos entre nuestro pueblo y a nosotros siempre nos han mirado como una excepción, pero nosotros descendemos de Kith-Kanan, él sabía también lo que era un hermano gemelo y supo afrontar una separación. Es parte de nuestra herencia.

Nuestro padre siempre ha presumido de esa herencia con orgullo, yo en cambio la veo como algo lejano que no tiene mucho que ver con nosotros, aunque de esa herencias nos viene el cabello y las manos de dedos largos. Compartimos los mismos rasgos, la misma piel. Hasta ahora siempre has estado a mi lado pero ha llegado el momento en que nos separemos. No lamento que contraigas matrimonio con el capitán Palthainon, sólo siento que nos alejamos y que voy a estar solo por primera vez. Tengo que aprender a ser uno y no sé cómo hacerlo.

A nuestro alrededor todo cambia a pasos agigantados. Los rumores de guerra que hemos oído durante años se han convertido en certeza y ya es cosa nuestra y no de los humanos. Tengo la sensación de que todo se desarrolla demasiado rápido y no tenemos tiempo para pensar y decidir. Sabes que me gusta tomarme las cosas con calma y sé que ahora te estarás riendo porque sabes que no puedo hacerlo.

Te casas esta noche, y leerás la carta por la mañana, cuando yo ya haya partido para el exilio. ¿Quién sabe cuándo podré escribirte otra vez? Espero que las cosas salgan bien y que no corras peligros cuando luches junto a tu esposo y nuestro Orador para cubrir nuestra retirada mientras el pueblo marcha al exilio. Cuando nos despedimos esta mañana me miraste con tristeza y supe que tenías miedo aunque tu voz me hablaba animada de vivir aventuras escondida en los bosques que tanto amamos. Yo también tengo miedo aunque mi parte es más fácil. Nunca he sabido si quiero vivir aventuras, tú eras la que decidía siempre y tiraba de mí. ¿Qué va a ser ahora de los dos, el uno sin el otro? ¿Quién sabrá en qué estoy pensando sólo con mirarme?

Si las cosas hubieran sido como deberían habrías esperado todavía diez o quince años antes de casarte, quizás para ese entonces nuestro padre habría elegido una buena esposa también para mi, tú hubieras tenido una casa junto a la nuestra y yo hubiera jugado con tus hijos y tú con los míos. Pero las cosas ya no serán así. Las tradiciones se han roto y el futuro es ahora incierto. Yo parto para el exilio esta noche y tú te quedas. Podría quedarme yo también. Lo he pensado. Pero no hay motivos para ello. Se quedan los más diestros con el arco, como tú, y yo nunca lo he sido. ¿Recuerdas cuando durante las lecciones yo estaba más atento a cómo lo hacían mis compañeros que a hacerlo bien yo? Parecía suficiente con que tú lo hicieras bien. Creo que en la reunión de esta tarde todos esperaban que me ofreciera voluntario para quedarme y yo mismo sé que puedo disparar un arco cuando es necesario, pero no soy el mejor arquero de Qualinesti y ahora sólo deben quedarse los mejores.

Tú lo sabías. Tú eras la única que no esperaba que lo hiciera.

En la reunión me fijé en las miradas de todos. La de Porthios parecía estar llamándome cobarde. No lo soy. Simplemente hay cosas que otros hacen mejor que yo. Si todo nuestro pueblo nos hubiéramos quedado en Qualinesti habría luchado, pero nos vamos y es necesaria también gente que ayude al pueblo en el exilio, que vaya a Silvanesti a pedir ayuda a nuestros primos, que se ocupe de mantener las tradiciones de nuestro pueblo en estos tiempos difíciles. Quedarse y ser un héroe es fácil, ahí no tienes que pensar. Alimentar la esperanza de un pueblo exiliado es un reto mayor para mí. Y sé que eso sí puedo hacerlo. Somos hijos de un senador del Thalas-Enthia, esa herencia pesa para mí más que la de lejanos antepasados.

Sé que no tengo que justificarme ante ti, quizás en realidad solo estoy justificándome ante mí mismo. Me siento inquieto ante lo desconocido. Es la primera vez que salgo de Qualinesti y aunque nuestros primos kalanestis nos han prometido ayuda, no sabemos realmente qué nos encontraremos en Ergoth.

Cuando éramos niños y tú corrías de un lado a otro a mí me gustaba quedarme sentado en medio de la gente, observar parecidos y diferencias. ¿Recuerdas cuando el enano Flint Fireforge se instaló en Qualinost? Nos escondíamos para observarlo desde lejos, fascinados, porque era la primera vez que veíamos una persona que no era elfa. Nuestro padre estaba furioso, ante tan grande desprecio de las tradiciones, despotricó durante semanas e intentó que lo echaran de la ciudad. En estos tiempos en cambio es más fácil ver humanos o enanos, nuestra tierra no está tan cerrada como antes y nuestro padre lo lamenta profundamente pero ya no está furioso, ha aceptado que el exilio es nuestra única salida mucho mejor que yo. No sé qué habrá visto durante sus embajadas a Ergoth, no he conseguido que me lo cuente. Ya lo conoces, ordena pero no explica.

Yo estoy inquieto. Nunca he salido de Qualinesti. Espero que las cosas vengan a mí en vez de ir a por ella, o dejo que tú adivines mis pensamientos y me arrastres. Y ahora parto para el exilio y todo mi mundo tiembla, siento incertidumbre y nerviosismo. Entonces miro a mi alrededor y veo a la gente con mucho más miedo del que yo soy capaz de sentir. Así que intento sonreír y darles esperanzas, si me ven tranquilo se tranquilizan aunque realmente no sea yo el que lo consiga, sino el medallón de nuestra casa que brilla en mi cuello. Si el hijo del Senador Rashas está tranquilo es que todo va bien. Sé que eso es lo que piensan, lo veo. Y me alegra porque verlos nerviosos me pone a mi más nervioso de lo que estoy.

Te veré esta noche antes de partir, pero con la boda no creo que podamos hablar. Me hubiera gustado una ceremonia más impresionante, un banquete de tres días. Es lo apropiado. Los tiempos difíciles no nos dejan hacer lo apropiado pero si nuestro padre está de acuerdo no voy a ser yo quien se oponga a ello. Y sé que es lo que deseas. Espero que nuestra separación sea breve y podamos pronto regresar a Qualinost.

Tu hermano

Dhariil
kkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

En el exilio

Carta de Dhariil Rashas a su hermana Dharashana
Querida hermana:

Espero que esta misiva te llegue, los rumores que nos llegan del bosque nos hablan de momentos duros y de dificultades. Me hubiera gustado que regresaras con Palthainon, pero supongo que tu labor en los bosques es más importante. Espero que no haya pasado nada entre vosotros que justifique la separación, nada que no sea una guerra cruel contra los que invaden nuestra patria. Apenas he hablado con él desde que ha vuelto, aunque ha venido varias veces a visitar a nuestro padre. Tengo la sensación de que evita mis miradas, tal vez porque le recuerdo a ti y te echa de menos. Espero que la próxima vez que venga pueda hablar un rato a solas con él.

Aquí los días pasan tranquilos y me he adaptado bien a la nueva vida de nuestro pueblo. En realidad no es tan distinta. Cuando llegamos los kalanestis nos habían preparado un asentamiento semisalvaje, pero nuestro padre está dirigiendo los trabajos que harán de Qualimori una ciudad aceptable. Los silvanestis también han creado una ciudad en Ergoth, su país está siendo devastado por una pesadilla y también han decidido huir al exilio. Como nosotros. A veces me pregunto si las cosas hubieran salido mejor si los elfos no huyéramos y nos esforzáramos en luchar, otras veces creo que las cosas pasan porque tienen que pasar y que es mejor no luchar contra los acontecimientos.

Leo mucho estos días, me ocupé yo de desempacar los libros y estoy leyendo muchas historias antiguas. Es interesante ver de dónde vienen nuestras tradiciones y cómo hubo un tiempo en que los elfos éramos los elegidos de los dioses. También hay algunos libros sobre las guerras de kinslayer pero las batallas siempre me han interesado menos, tú lo sabes.

A veces echo de menos los bosques de Qualinesti. Ergoth es más salvaje, más intenso, aunque las cosas no estén saliendo como esperábamos. No tener noticias vuestras es lo que más nos preocupa, y no saber cuándo podré enviarte esta carta, ni siquiera si te llegará. He visto a alguno de nuestros primos silvanestis. Nuestro padre ahora es el senescal y se ocupa de todo el gobierno de Qualimori, tiene que recibirlos y acudir a sus invitaciones. A veces lo he acompañado, tenía mucha curiosidad por verlos en su ambiente. Presumimos de diferenciarnos con ellos pero creo que en el fondo nos parecemos más de lo que nos gustaría. Los he observado con interés y los cortesanos no son muy distintos de los nuestros. He hecho en cambio amistad con dos de mis sirvientes kalanestis. Son de la región y es la primera vez que traban contacto con nosotros. Hasta ahora han vivido en el bosque, algunos kalanestis se quejan de tener que servirnos y nos acusan de esclavizarlos. Nosotros los tratamos mucho mejor de lo que los tratan los Silvanestis, pero entiendo que se están enfrentando a una nueva forma de vida que no entienden. Si fuera algo incorrecto nuestro padre ya habría tomado medidas pero no hay nada incorrecto en enseñarles cómo es la civilización y las costumbres correctas.

Saskara nunca se ha quejado, ella es silenciosa y tímida y mira siempre a todo el mundo con respeto, se está cuestionando si sus creencias son mejores que las nuestras, aunque nunca estoy seguro de qué es lo que realmente piensa porque he tratado muy poco con kalanestis Cuando yo empecé a hacerles preguntas sobre su forma de vida, ella empezó a hacerme preguntas sobre la nuestra. Su hijo, Kenkia, es apenas un adolescente y aunque también nos sirve con respeto se marcha al bosque cada vez que tiene ocasión. Me ha dejado acompañarlo un par de veces y me ha contado lo que sintió cuando vio a su padre, que había muerto en un desgraciado accidente de caza, descender por el rio en la barca ritual. Algo dentro de mi piensa que eso n estaba bien, que era una salvajada tratar así a los muertos, pero por otra parte quería comprenderle y compartir su dolor.

A nuestro padre no le gusta que salga a los bosques con los kalanestis, no es propio del hijo del Senescal de los qualinestis, tampoco le gusta que ande entre la gente del pueblo escuchándolos en vez de pasear entre los salones de las casas nobles de la ciudad. He vivido toda mi vida en los salones de la gente importante, los conozco a todos, no hay misterios ni secretos como sí encuentro entre la gente del pueblo. Otras vidas, otras expectativas, ver cómo lo importante para unos no cuenta para los otros. No creas que quiero cambiar, no es esa mi intención. Somos un pueblo estático y me considero estático yo también. Solo es el placer de conocer lo que es diferente.

Nuestra madre te manda recuerdos, te escribió una carta hace unos días pero no sabemos si te ha llegado. Quiere que me case, pero nuestro padre es partidario de esperar. Ninguna candidata le satisface y yo prefiero ser prudente y no hacer nada que pueda molestarle. Que yo no esté enamorado no parece importarle a nadie y es normal. Soy una pieza política, nada más. Tú has tenido suerte al poder casarte con quien has elegido, aunque yo creo que fuiste impulsiva como siempre, y que habría sido mejor esperar.

Esta noche tendremos otra fiesta. Me siento incómodo en esas reuniones porque todos se comportan como si estuviéramos en Qualinost y nada hubiera cambiado. Es también interesante observarlos, ver cómo niegan la realidad, pero a veces me hastía y me escapo al bosque con Kenkia y Saskara, parece más interesante conocer el significado de los tatuajes que llevan que fingir una conversación con alguien que sólo me habla del pasado. Kenkia dice que las jóvenes qualinestis son muy hermosas.

Sigo viendo también a Therphas y Kalisthos, nuestros primos también celebran reuniones y montan juegos. Hablan de volver y reconquistar Qualinesti, de dar respuestas contundentes pero se quedan ahí. En su momento votaron por el exilio y ahora desde aquí dan discursos grandilocuentes, cuando ya no sirven para nada. Todos fingimos que no somos cobardes por habernos marchado pero lo cierto es que la gran mayoría sí lo somos. Los miro y veo cobardía, me miro a mí mismo y me digo que es reserva y precaución. En el fondo todo es lo mismo. A veces creo que nuestra madre tiene razón y que pienso demasiado las cosas, pero es difícil tomar decisiones si no las piensas bien primero, aunque nunca podamos tener la certeza de que acertemos.

Pues déjate llevar, por una vez. Es lo que me dirías. Casi oigo tu voz diciéndomelo. Espero que estés bien, hermana, y que nosotros seamos merecedores de los esfuerzos que estás haciendo. Sé que estás viva y que luchas. Nuestro padre a veces parece pensar que has muerto, él piensa que tendríais que haber vuelto, que el puesto del Orador está aquí con su pueblo. Sin embargo él gobierna nuestro pueblo lo mejor que puede en su ausencia y la gente le respeta y lo aprecia. No tenéis que preocuparos que nosotros estamos bien.

Espero que puedas conseguir enviarnos noticias uno de estos días, las esperamos con impaciencia.

Tu hermano.

Dhariil.

sábado, 21 de marzo de 2009

[Reseña]Los pilares de la tierra

Aviso: Este texto contiene spoliers de la novela.


PHILIP, PRIOR DE KINGSBRIDGE


Catedral de Salisbury - Turner
Detrás. La sombra de Peter de Warehan ocultó tu presencia durante algunas páginas hasta que me di cuenta de que el protagonista eras tú. Tímido e inseguro, templado en cada momento de tu vida, tú pecado es la ira, la furia que te consume cuando las cosas no salen bien, la rigidez en el dogma por encima de las personas, incluso de ti mismo. Y de la catedral.

Un sueño que no es lo único. Luchas, y cada victoria está acompañada de un nuevo fracaso. No hay victorias completas. Te mueves según la marea que más conviene a tus intereses, una piedra tras otra. Los enemigos las derriban pero tú las vuelves a levantar. O no. También te dejas abatir y renuncias a seguir adelante. Y vuelve la esperanza y te niegas a seguir. No a cualquier precio. Regañas a Jack por traer milagros falsos y te niegas a utilizarlos aunque te permitirían cumplir el objetivo. Tienes que ver primero un milagro verdadero, puedes pasar por encima de todo, de autoridades eclesiásticas y reyes, de sentimientos sinceros, separas a parejas que se quieren, manipulas para que la gente haga lo que necesitas, pero no por encima de la fe. Siempre por la fe.

Catedral de Amberes - Peeter Neeff II
Justificas tus actos y sentimos simpatía por ti. Te vemos a través de los ojos de otros personajes y nos pareces rígido y mezquino. Humano, de todas formas. Incapaz de ayudar en una guerra, vencido y prisionero lamentando más que nada no haber podido ayudar. Es el ingenio el que te hace ganar, no la fuerza. El ingenio y la suerte cogidos de la mano pero nunca es completa la victoria y siempre tienes que agachar la cabeza y aceptarlo.

Hasta el final. Al final todo cambia, te hemos visto crecer y evolucionar, hemos visto como el joven delgado y nervioso se transforma en un hombre seguro y tranquilo, algo entrado en carnes. Reflejado en el rostro de tu hermano, pues tú no eres consciente de los cambios, igual que no lo somos nosotros, que envejecemos sin darnos cuenta. Al final cambias y conviertes la derrota en victoria, tus enemigos son derrotados y la catedral está construida. Incluso eres capaz de aceptar que tu tiempo ha terminado y ceder tu lugar a la siguiente generación, pero no lo haces con gusto sino con pena. Es lo que debe hacerse, igual que sientes pena cuando tus actos hacen infelices a las personas, aunque sean justos.
Lo que debe hacerse.
Construir la catedral.






Catedral de Burgos Anónimo

miércoles, 18 de marzo de 2009

[Relato]Antes de partir


A la espera de un gran viaje - J. Enrique González



ANTES DE PARTIR



No sé por qué la amo. Ella era una niña traviesa y delgaducha que me pegaba cada vez que tenía la oportunidad. Yo la hacía enfadar. Sus mejillas se coloreaban y sus ojos relampagueaban antes de lanzarse sobre mí y me gustaba. Me gustaba hacerla rabiar. Nunca me tuvo miedo, realmente, aunque se manteía a distancia. Y yo no me acerqué cuando tuve la oportunidad. Ahora soy despreciado, rechazado, insultado. He crecido, ya no deseo hacerla rabiar, pero ella me sigue viendo como a un niño. No se puede borrar el pasado. La segunda oportunidad no existe. No he cambiado. Sólamente la amo.

No sé por qué no me ama. Soy la sombra oscura de su príncipe añorado. Tal vez no puede verme pues la luz que emitía Anthony aún me eclipsa y me vuelve más oscuro. Pero Anthony ya no está y yo permanezco, intentando desprender algo de su luz. Algunas personas han visto mis virtudes. Ella está ciega. Algunos confian en mí. Ella se aleja antes de que pueda pronunciar la primera palabra. Mis amigos me siguen. Mi familia sabe que soy capaz de amar. Soy fiel. Soy leal. Ella sólo recuerda al niño que le gastaba bromas los días de verano.

Le ofrezco mi vida y la desprecia. Le ofrezco mi alma y la rompe en pedazos sin importarle que me esté haciendo daño. Podría poner elmundo a sus pies, pero ella prefiere dormir en un establo. Con una sonrisa. Ahora me devuelve todas y cada una de las lágrimas que le hice derramar. En el cielo veo el reflejo de sus ojos, en las gotas de rocío el brillo de su sonrisa. Alejarse de ella curará mi vergüenza pero no secaré mis lágrimas. Le debo demasiadas.

Me llaman. Las maletas están hechas. El coche espera. Busco por el suelo los pedazos de mi corazón pero no los encuentro. Está vacío. Se ha fundido con el calor de las lágrimas, se ha quemado con el dolor, ha desaparecido. Ahora tengo un agujero negro y vacío en el centro del pecho.

Torso de J. Enrique González

Otra de las comunidades que encontré cuando empecé a navegar por internet fue la de fans de Candy Candy. Yo buscaba un simple "a ver cómo terminó al final la historia" y me encontré con una comunidad de fans muy viva, donde me recibieron muy bien y me animaron a participar con ellas. Las historias románticas nunca han sido lo mio, pero me animé a hacer pequeñas cosas de las que este microrrelato es una muestra. Neal acaba de ser rechazado por Candy y se dispone a marchar a Florida con su familia.

En abril se celebra el evento conocido como "Guerra Florida" donde los distintos grupos que forman estas comunidades se reunen en el foro rosa para exponer sus trabajos.

sábado, 14 de marzo de 2009

Construyendo un personaje: Cha'kwaina y Aswarya




Cha’kwaina (Dragonlance: guerrero humano) fue un personaje que duró poco, el único de mis personajes que ha llegado a morir. Nació para ser trágico y lamenté no poder explorar más esa fatalidad que lo rodeaba. Sin embargo, a veces pienso que no era un buen personaje para una partida y que le hubiera sacado más partido en un relato. Era demasiado solitario para implicarse con el grupo, podría viajar con ellos pero siempre habría estado aparte. Su neutralidad era tan acusada que lo hacía demasiado pasivo a la hora de tomar decisiones y la ausencia de motivaciones sería un problema para tirar de él durante la partida.


A pesar de todo, me interesaba tanto el sentimiento de pérdida que tenía el personaje que cuando empecé a plantearme a Aswarya (Conan: chamán humana) decidí recuperarlo. Usé la misma base tópica del pueblo destruido para explicar su desarraigo pero allí donde Cha’kwaina aceptaba su destino estoicamente, a Aswarya le di rabia y frustración. Los dos personajes están unidos por el sentimiento de pérdida, se sienten solos en medio de un mundo que no terminan de comprender del todo y tienen que adaptarse a nuevas costumbres. Son muy diferentes, en cambio, en el modo en que se enfrentan a ello.

Ya con Cha’kwaina un amigo se burló de mí por usar el manido recurso del pueblo destruido y posiblemente habría podido buscar alguna otra cosa más original, pero la destrucción del pueblo ya me daba lo que yo necesitaba, me permitía crear un personaje con fuertes vínculos hacia su tierra y al mismo tiempo explicaba sus razones para no volver a ella. Tanto Cha’kwaina como Aswarya son personajes que nunca habrían abandonado su pueblo si no los hubieran obligado. Ambos se sienten herederos, pero mientras Cha’kwaina es consciente de que su pueblo morirá con él y lo acepta, Aswarya tiene intenciones de perdurar y de transmitir, y lucha aunque sea una lucha imposible.




Otro elemento de Aswarya que proviene de Cha’kwaina es el cinturón. Los elementos físicos muchas veces ayudan mucho a la hora de definir un personaje y cuando consigo que un personaje tenga un elemento que lo identifique parece como si estuviera más completo. El cinturón de Cha’kwaina iba a estar hecho con orejas al más puro estilo indio, representando a sus enemigos muertos. No me dejaron utilizarlo en aquella partida porque al master no le pareció apropiado para Dragonlance y pensé en recuperarlo aquí, que en el tono de la ambientación parecía que no iba a estar tan fuera de lugar. Pero Aswarya no es una luchadora y no llevaría encima ningún recuerdo de sus enemigos, sin embargo sí que llevaría un cinturón de huesos donde colgara las falanges de sus familiares y amigos. La idea de que los usara para hablar con ellos me hizo pensar entonces en hacerla chamán. Así tiene una espiritualidad de la que Cha’kwaina carecía, mientras que él era fatalista, ella es mística, él se sentía como el final y ella como el principio de algo nuevo. Ella siente rabia y es intensa, Cha’kwaina era un personaje apagado y gris.


Espero que Aswarya me dure más.


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Nota: La imagen de Cha'kwaina es de Melissa Findley/Mercuralis

La imagen de Aswarya es de Christian Goebbels

La imagen del cinturón de huesos la saqué de una web, no es exactamente la idea que tengo pero es lo mejor que he encontrado.

martes, 10 de marzo de 2009

[Trasfondo: conan]: Aswarya

La última partida por foro a la que me he unido es de Conan, este es el trasfondo del personaje.

ASWARYA


Chamán de Hiperbórea.

No estoy sola. Los muertos me acompañan. Cada miembro de mi tribu viaja conmigo, atado a este cinturón de huesos. Cada falange tiene su nombre y me los recuerda, a ellos acudo cuando necesito hablar. Ellos me escuchan y me responden, flotan a mi lado cuando estoy dormida. Ellos viven mientras yo los recuerde, mientras yo los lleve conmigo. Y yo he jurado no separarme nunca de ellos.

El día que todos murieron está grabado en mi alma a sangre y fuego. Yo no estaba, no los vi morir. Yo había subido a la montaña, al hogar de los ancestros, donde los huesos de nuestros antepasados están enterrados. Allí podía hablar con ellos, preguntarles porqué las tribus del Oeste nos atacaban. Preguntarles como defendernos. Habíamos sufrido ya tres ataques, ataques cobardes donde un puñado de guerreros entraba en la tribu a robarnos las cabras y salir corriendo. Ellos nunca suben demasiado en la montaña, sus caballos no están acostumbrados a eso. Nosotros teníamos pocos caballos, éramos humildes, teníamos poco de todo. Los espiritus estuvieron callados ese día, permanecí allí toda la noche, quemando las hierbas prescritas, llamándolos y aullando y al final llorando al no recibir respuestas. Después bajé al pueblo y comprendí porqué no habían querido hablar conmigo. Los ancestros no estaban allí, en el suelo sagrado, habían bajado al pueblo y habían sido testigos de la matanza, los incendios, el miedo y el dolor. Esta vez habían sido muchos, yo encontré los restos, las pisadas de muchos caballos, muchos guerreros de nuestro pueblo derrotados. Las cabezas de mi madre y mi abuela estaban muy juntas, aunque sus cuerpos aparecieron en dos extremos distintos de la aldea. No había niños, se los llevaron a todos. A algunas mujeres también, las más jóvenes. Al principio tuve la esperanza de que alguien hubiera podido escapar pero esa noche los espíritus acudieron a mi en tropel, todos tan asustados que reviví todo lo que había pasado y lloré con ellos. Y les juré que no iba a volver a llorar jamás.

Llevé los cuerpos al suelo sagrado, tardé varios días en darles a todos la sepultura que merecían, me quedé allí con ellos, no soportaba volver a la aldea donde todo estaba destruido y cada mancha de sangre me hacía revivir la tragedia. Hice el cinturón de huesos, eran demasiados para hacer un medallón, aunque algunos los uní al medallón de los ancestros. El de mi madre y el de mi abuela. Es al medallón al que pido consejo cuando lo necesito. Al cinturón sólo le pido compañía. Voces amigas que me acompañen a través de los caminos.

No tengo a dónde ir. Mi pueblo ha quedado atrás. Yo fui una niña traviesa, a la que le costaba concentrarse en los rituales que mi abuela me enseñaba. Me gustaba subir a las montañas y correr, y jugar. Mi abuela me regañaba. No hay tiempo para eso, tienes que aprender o todo nuestro saber se perderá. Mi madre ya sabía, pero ella nunca me enseñaba. Se pasaba el día de un lado para otro, sin ver ni oir a nadie. Mi abuela decía que se había adentrado demasiado en el mundo de los espíritus y no podía ver el nuestro. Yo no lo entendía entonces, pero ahora sí lo entiendo. Es fácil hablar con ellos, confiar en ellos. Y es duro vivir. A veces temo que me pase como a mi madre, pero llevo ya meses viajando y sigo viviendo en el mundo real. Me parezco más a mi abuela, ella siempre me lo decía. Mi abuela nunca se dejó arrastrar, dominaba en vez de ser dominada. Si miraba a alguien a los ojos se echaba a temblar. Yo nunca he conseguido eso. Después de mi iniciación la gente empezó a mirarme con mucho respeto, pero eso era en mi pueblo. En el resto del mundo las miradas son lascivas a veces, despreciativas otras, soy la extranjera, la que no conoce las costumbres y no sabe cómo comportarse. Pero también sé las virtudes de las hierbas y las piedras, la sabiduría de los animales y el poder de los espíritus. Y sé defenderme cuando me atacan.

No me gusta hacer daño, pero tampoco que me lo hagan. Al principio parecía más fácil si tenías un hombre. Un hombre se peleaba por ti, te protegía, era una pantalla y yo podía estar detrás y no se me veía. Viajé con él durante meses, pensando que era lo mejor. Porque tenía miedo de un mundo que no conocía y que era demasiado distinto para comprenderlo. Thorgrim se llamaba, tenía la piel tan oscura que me impresionó al verlo y los brazos tan fuertes que podía doblar el acero. Viajamos juntos, él conseguía trabajos de mercenario que realizábamos juntos, seguíamos viajando. Comprendí que no era seguro viajar con él la primera vez que me golpeó pero seguía teniendo miedo al mundo real. Tuvieron que pasar meses para poder comprender como eran las cosas. Cuando llegó el momento simplemente lo supe. Preparé la bebida como debía hacerse y se la eché en el vino. El ya estaba borracho y no se enteró de nada. Desaparecí de allí sin llevarme ningún hueso suyo. No creo que nadie me recuerde, a su lado yo era una sombra y nunca he vuelto a aquella ciudad.

Desde entonces camino sola, y ya me siento más a gusto entre otros pueblos. Busco mis propios trabajos y los ejecuto yo sola. Hay gente que ya me conoce por mi nombre, son pocos todavía, pero algunos me miran con respeto y siento que me lo he ganado. Otros me llaman bruja y escupen cuando paso, pero yo no soy una bruja. Si los espiritus hacen algo a través de mi son ellos los que lo hacen, no yo. Es difícil explicar que sólo eres un recipiente, una portadora, un medio y que el poder que les asombra no es realmente tuyo. Me llaman Aswayra, la portadora de huesos. Mi nombre real no se lo he dicho nunca a nadie. Es como si lo hubiera dejado atrás, tan muerto como lo está mi tribu, y sólo lo oigo en sueños, pronunciado con la voz de mi abuela que a veces me canta cuando no puedo dormir.

Busco a los supervivientes. Los niños que no se acordarán de mi, las jóvenes que ahora serán madres de niños de otros pueblos. Recorro los mercados de esclavos de todas las ciudades por las que paso, con la esperanza de encontrar a alguno de ellos, pero no he tenido suerte. De los hombres que nos atacaron sólo tengo imágenes confusas en sueños, demasiado poco para poder encontrarles, aunque los muertos claman venganza y quieren usar mis manos. Si encuentro alguna pista los buscaré, se lo he prometido, pero no voy a buscar a ciegas. Tengo una prioridad por encima de la venganza: sobrevivir.

Ahora me he convertido en la única que lleva el legado de mis antepasados, la única que recuerda nuestras tradiciones y nuestros secretos. Soy algo más que una portadora de huesos, llevo conmigo todo lo que fuimos alguna vez, todo lo que hubiéramos podido ser. Mientras yo siga viva mi pueblo seguirá vivo. A veces pienso en volver, echo de menos las montañas, pero no puedo. No sobreviviré allí sola, tengo que seguir caminando.
Nota: La imagen del personaje es de Christian Goebbels: Barbarian Princess

domingo, 8 de marzo de 2009

[Relato] El juicio


"El deber hacia las Órdenes de la Alta Hechicería, hacia la magia, es uno de los valores más sagrados de los magos. La ruptura de esta regla se castiga duramente, y no siempre la muerte es el peor castigo."

Una vez decidí dejar de escribir y estuve mucho tiempo sin hacerlo. Hasta que entré en internet y descubrí Neraka y Qualinost, un lugar maravilloso donde la gente se había hecho personajes de Dragonlance y escribía sobre ellos. Me animé a hacer lo mismo y a partir de ahí retomé mi afición a la escritura. Este es el primer relato que escribí.



EL JUICIO


Llevaba días caminando por aquel bosque muerto, los árboles se marchitaban a su paso, las hojas de volvían grises y caían, caían lentamente hacia una tierra seca y resquebrajada, una tierra donde las flores se convertían en polvo, las malas hierbas crecían, se enroscaban y morían, todo en un segundo, pero lentamente, muy lentamente.

Tenía sed. Las ardillas que corrían entre las ramas de los árboles no eran más que esqueletos con ojos penetrantes. Los pájaros cantaban aunque sus plumas ya no cubrían la carne, todo estaba muerto, no, no del todo, todo estaba a punto de morir.

No quería mirar sus manos, no quería mirar su reflejo en el río, no quería ver su rostro surcado de arrugas, sus cabellos encanecidos, sus ojos, no quería ver sus ojos. No era capaz de mirar sus ojos.

Oía el agua fresca a lo lejos, el agua que no tenía vida y tampoco tenía muerte, miró al sol, todo lo envolvía las luces del ocaso, el sol tenía vida, algún día moriría y ella podía verlo. Podía ver las estrellas palideciendo, o explotando, su polvo esparcido por todo el universo, era capaz de ver la muerte con sus ojos malditos, podía reconocerla en cada una de sus formas y le sonreía desafiante, orgullosa, porque a pesar de todo estaba viva.

Se detuvo bruscamente, cansada, tan cansada. Dejó caer su cuerpo en el suelo y se recostó contra el tronco de un árbol, cerró los ojos, sus ojos malditos. Acarició con las manos el suave manto de tréboles que creía en torno al árbol. Acarició amapolas, margaritas, sintió su olor dulce, acarició sus pétalos delicados. "Es primavera" se dijo, "es primavera, aunque yo no pueda verla".





Después de aguardar unos instantes decidió ponerse en camino pero no quería hacerlo, no era posible caminar con los ojos cerrados, pensó, qué lástima, cuando tenía los ojos cerrados aún podía recordar cómo era realmente todo lo que veía.

El suelo de la sala reflejaba un brillo irreal, extraño, era como si realmente no hubiera suelo, como si las paredes negras se prolongaran hasta el infinito y ella estuviera allí, suspendida en el aire, con la cabeza inclinada y su larguísimo cabello cubriendo su rostro como una tupida cortina negra. Raelana mantenía los ojos bajos como respeto hacia el Cónclave, su cabello oscuro se desparramaba en una cascada, largo y tan liso que nadie hubiera dicho que habían tenido que cazarla como a un animal salvaje, Fistandantilus había esperado una cabeza enmarañada, unos ojos desafiantes, unas garras prestas a atacar a pesar del hechizo que las mantenía inmóviles. Sin embargo, a pesar de su aparente respeto, no había sumisión en su porte, su espalda se mantenía erguida y orgullosa, las manos inmóviles en su regazo estaban tensas y Fistandantilus sentía que los ojos de aquella mujer lo observaban a través de las finas hebras de pelo; Raelana no es un animal salvaje, se dijo, no es una rata acorralada aunque a muchos les gustaría pensar que es así, y no está vencida ni es débil, no debo olvidarlo.

Habían sido necesarios cuatro magos para capturarla, su muerte había sido decretada pero ninguno de ellos se había atrevido a ejecutar la condena, conocedores de la maldición que se impondría a aquel que le arrebatara la vida. Alguien, una vez, había intentado desterrarla a otro plano de existencia, el nigromante había sentido como el poderoso hechizo se volvía contra él como si se hubiera reflejado en un espejo y había desaparecido entre alaridos de terror que todos los miembros del Cónclave recordaban. Fistandantilus le devolvió la mirada desde el fondo de la capucha. Aprendiste bien la lección, pensó, aprovechaste la oportunidad cuando se presentó, si algo nos molesta de ti es que los dioses de la magia aún te protegen.

Las acusaciones habían terminado, el mago que se había encargado de ello se sentó y esperó, Fistandantilus no le había escuchado, conocía perfectamente todos los cargos que se habían hecho contra ella, y tal vez algunas cosas que nadie conocía pero dejó que sus colegas acusaran, protestaran y se escandalizaran, Raelana no levantó los ojos ni una sola vez durante las acusaciones.

Es muy poderosa, pensaba Fistandantilus, mantener el hechizo paralizante supone un sorprendente gasto de energía y para qué. No creo que merezca la pena mantenerla prisionera, si alguien aceptara el sacrificio de matarla... pero ninguno irá contra la voluntad de los dioses.

Fistandantilus recordaba bien aquel día, estuvo presente cuando Raelana pasó la prueba y se sorprendió del talento que poseía aquella joven, aún más se sorprendió cuando, durante una de las partes más complicadas de la prueba, Raelana se detuvo y se arrodilló rezando a los dioses de la magia.

-Me entrego a vosotros -dijo-, os serviré y os honraré a pesar de los malos tiempos que se avecinan, sólo deseo pediros una gracia para enfrentarme con valor a las pruebas que se me presenten, que mi muerte sea vengada por vosotros si por vosotros no es decretada.
Ante la sorpresa del Cónclave, los dioses concedieron su deseo a la joven hechicera y ni siquiera Fistandantilus podía hacer nada para anularla, pues todo lo que un mago sufre en la Prueba, tanto bueno como malo, es algo que lo acompañará de por vida.




Ninguno de los magos del Cónclave iba a sacrificar su vida matándola, estaba claro, la magia atravesaba un momento delicado y no era el momento de discutir ni ponerse a luchar unos contra otros, bastante tenían con sus enemigos exteriores, era el momento de unirse, de defender la magia contra el ataque de Istar, la persecución que el Príncipe de los Sacerdotes de Istar había emprendido contra la magia se hacía cada vez más problemática, algunos magos pensaban que la guerra era inevitable, otros se mostraban más cautos pero en el fondo también estaban asustados, asustados de lo que podían verse obligados a hacer.

-Todo esto no es más que una estúpida pérdida de tiempo -pensó Fistandantilus.

Pero no podía dejar a Raelana sin castigo sólo porque no le interesaba aquel juicio lo más mínimo, tenía que rebajar esa mirada altiva, doblegar aquel orgullo que la hacía pensar que estaba por encima de todo, hasta de él.

El Túnica Blanca que había estado hablando terminó su discurso y volvió a tomar asiento. Algunos magos se mostraban incómodos, tal vez previendo que Fistandantilus iba a pedirle a alguno de ellos que soportara el castigo de los dioses para poder librarse de ella.

-Los cargos en tu contra han sido expuestos -dijo un Túnica Roja que se sentaba a la derecha de Fistandantilus-. ¿Alegas algo en tu defensa?

Raelana levantó la cabeza y miró fijamente a Fistandantilus con sus fríos ojos grises. ¿Estás de broma? parecía decir, no hay defensa posible, estaba condenada antes de llegar aquí.

Después de un momento de duda se decidió a hablar.

-No me arrepiento de nada de lo que he hecho si es lo que esperáis oír -su voz era débil, la voz de una niña pequeña, no gritó ni miró desafiante a nadie, casi parecía estar suplicando a pesar de que sus palabras indicaran lo contrario-. Actué en todo momento según mi criterio, si los dioses me han dado la capacidad para hacer algo es porque me permiten hacerlo, hasta ahora no he encontrado ningún impedimento por parte de los dioses y por lo tanto no creo que sean los hombres los que deban juzgarme.

-Los dioses nos dejan a nosotros esa parte, querida -contestó Fistandantilus-, nos da el poder de castigar, por lo tanto podemos hacerlo... Según tu razonamiento.

Raelana no bajó los ojos, lo miraba fijamente, traspasándolo con sus ojos transparentes, si esperaban que suplicara no lo iba a hacer.

-Has cometido un error muy grave, Rael -continuó el Túnica Roja que dirigía el juicio a petición de Fistandantilus-, y no me refiero a tus actos sino a tu falta de respeto hacia este Cónclave y hacia la Orden a la que perteneces. A partir de este momento se te prohibe expresamente la entrada en las Torres de la Alta Hechicería, no participarás en ningún acto previsto por el Cónclave, ya sean reuniones rutinarias o discusiones teóricas de importancia. No tomarás parte en decisiones y tu sillón en esta sala será ocupado por otro hechicero.

El Túnica Roja miró a Fistandantilus que como jefe del Cónclave debía proponer e imponer el castigo.

-Eres joven y orgullosa, personalmente no creo que nunca logres aprender de tus errores...

Se hizo una pausa, a pesar de estar deseando terminar con ese asunto, Fistandantilus no quería evitar un poco de teatralidad, el redoble de tambor que anuncia el más difícil todavía.

-No vas a matarme -dijo Raelana de pronto, en su voz se advertía un leve tono de superioridad-, tú, como ellos, temes tanto a la muerte que no te atreves a matarme; pero tu vida no es real, eres un cadáver que respira, te miro y sólo veo a un viejo decrépito que se pudre ante mis ojos.
Se hizo de nuevo el silencio, ahora el Cónclave en pleno miraba a Fistandantilus cuyo rostro estaba escondido entre los pliegues de la túnica. Se levantó y caminó despacio hacia la chica, le apartó el cabello del rostro con sus manos esqueléticas y vio reflejada su vejez en sus pupilas, le cerró los ojos y, manteniendo los pulgares sobre los párpados, pronunció unas palabras en voz muy baja.

Raelana se estremeció, los dedos de Fistandantilus estaban tan fríos que quemaban la piel de sus párpados.

-Para que siempre recuerdes este día, tu castigo será ver la muerte de todo ser vivo, cada segundo de tu vida verás como todo se marchita, todo envejece, el tiempo será tu castigo y tu redención. Y todo el mundo podrá ver la marca de tu castigo.

Raelana cayó de rodillas, de repente agotada, no se atrevía a abrir los ojos, sentía sobre su mejilla la suavidad de la túnica del mago, sus miembros estaban flácidos, sintió que el hechizo que la mantenía inmóvil había desaparecido pero ahora estaba demasiado débil para moverse. De repente, abrió los ojos y miró el rostro de su juez y verdugo, puso toda la fuerza de la que disponía en sus manos y agarró el colgante que el nigromante llevaba al cuello. La piedra provocó arañazos en sus manos y su sangre manchó el brillante rubí.

-¿Qué me has hecho? -susurró, demasiado débil para formular el hechizo que acudía a sus labios y que hubiera vengado su castigo.

-Este hechizo fue creado por los grandes magos de la Era de los Sueños -contestó Fistandantilus-. Considérate afortunada, es la primera vez que se realiza.

Raelana soltó la piedra, toda su fuerza parecía abandonarla. Fistandantilus se apartó de ella y volvió a su asiento con una sonrisa en los labios, recordando la lejana época en que aprendió aquel extraño hechizo que nunca pensó que llegaría a utilizar.

Raelana se levantó despacio, apartó el cabello de su cara y dejó que todos los presentes vieran sus ojos. Sus pupilas se habían convertido en relojes de arena. Un murmullo de sorpresa recorrió la estancia.

-Tal vez hubiera preferido la muerte -comentó alguien en voz baja.

-Quizás esos ojos te enseñen a ver dentro de ti misma -dijo una anciana Túnica Blanca, la única que se atrevió a sostener la mirada de aquellos ojos.

-No me consueles por mi castigo, anciana, lo acepto con orgullo, porque es la prueba de que me teméis.

-Te marcharás ahora -dijo Fistandantilus, haciendo un gesto con la mano-. Espero que volvamos a encontrarnos en circunstancias más agradables para ambos.

Raelana no escuchó más, el Cónclave desapareció ante sus ojos, y las paredes de la Torre dejaron paso a los árboles del Bosque de Wayreth.

-Ya está, me han echado -susurró-. Me han maldecido. Pero no me importa, no les necesito, ya veremos si no vuelvo a entrar jamás en una Torre.

Raelana abrió los ojos, se había quedado dormida, el recio árbol sobre el que había apoyado la espalda ya no estaba. Wayreth se había ido.

-¿Llegaré alguna vez a acostumbrarme a estos ojos? -pensó. Ni por un momento tuvo la esperanza de encontrar algún hechizo que paliara los efectos del castigo, Fistandantilus no se lo habría impuesto si no estuviera seguro de la perpetuidad de la condena.

Oyó el inquieto sonido del agua fluyendo a lo lejos, llevaba horas oyéndolo pero de repente parecía estar mucho más cerca, se levantó trabajosamente y se dirigió hacia allí, trastabillando, deseando saciar su sed, el sonido se oía cada vez más fuerte, el río estaba muy cerca.

Bebería con los ojos cerrados.


Nota: A Raelana se la menciona en "La forja de un túnica Negra" como una maga renegada a la que castigaron imponiéndole los ojos en forma de reloj de arena. Todo lo descrito en el relato es invención mía y no hay nada oficial en él.

Nota2: Las imágenes que acompañan al relato son de Waterhouse.

Nota3: Agradecimientos a Klangor por la descripción del relato.






miércoles, 4 de marzo de 2009

El mar, El mar. Iris Murdoch


"Lo que escribí antes, lo escribí en agua, y deliberadamente. Esto es para que permanezca, algo que no puede renunciar a la esperanza de perdurar. Si, personifico ya el objeto, el libro, el "libellus", esta criatura a quien estoy dando vida y que inmediatamente parece tener voluntad propia. Quiere vivir, quiere sobrevivir."

Charles Arrowby comienza a escribir sus memorias, o su diario. Ni él mismo sabe lo que es. La vida se desgrana en las páginas fluyendo como las olas del mar, unas veces retrayéndose hasta el pasado, otras bordeando la orilla del presente, otras intentando extenderse hacia el futuro.

Todo es efímero y nada permanece. Los cambios a veces son tan bruscos que nos superan, y somos arrastrados. Intentamos oponer resistencia, anclarnos a un lugar seguro pero es tan difícil. Huimos. El pasado nos llama, recordamos lo que fue seguro, idealizamos y nos encontramos con que una vez estamos dentro de nuestros sueños las cosas siguen sin ser seguras y sin ser estables.
Kupka: La Ola
Iris Murcoch tiene dos tipos de libros, aquellos en los que un personaje aparece, alterando como un huracán las vidas del resto de los personajes (Una derrota bastante honrosa; La negra noche) o aquellos en los que los protagonistas huyen, y en medio de la huida fracasan (La campana; El mar, el mar). Si en La Campana los personajes intentan crear un mundo perfecto a su medida, el protagonista de El mar, el mar busca su mundo perfecto en su pasado, idealiza los recuerdos de de tal manera que la realidad siempre lo golpea cuando se reencuentra con ella. Si su sueño se convierte en realidad es para transformarse en algo muy distinto a lo que esperaba. Y al final parece que lo único real es la idealización, mantenerse a distancia para que nada cambie, para que sea eterno. Pero es mentira. Todo es efímero y a una ola en la playa le sigue otra ola distinta.
Friedrich: Amanecer sobre el mar
Iris Murdoch es una de mis autoras favoritas, sin embargo creo que no sabe como terminar sus novelas, en muchas simplemente parece que decide terminarla de pronto y planta el final de improviso de forma cortante sin que esté claro como hemos llegado a él. En este libro es distinto, quizás porque está contando en primera persona, pero aquí la trama fluye con continuidad y el final llega suavemente y en el momento justo. De los que he leído me parece su libro mejor construido y el personaje principal de los más intensos que ha creado.

"Sí, por supuesto que estaba enamorado de mi propia juventud."

lunes, 2 de marzo de 2009

Presentación

Llevaba tiempo pensando en crear un blog para colgar mis textos y hoy me he decidido. De momento no controlo bien todo esto así que me pasaré unos días haciendo pruebas antes de empezar a colgar cosas. Si os pasáis por aquí saludad y dejad un comentario ;)




Jason y el dragon de Salvatore Rosa