lunes, 18 de julio de 2011

Treinta días de escritura. Día 2

2. ¿Cuantos personajes has creado? ¿Prefieres los personajes masculinos o femeninos? (How many characters do you have? Do you prefer males or females?)

 Pues la verdad es que no lo sé, son muchos pero nunca se me ha ocurrido contarlos. :s

No tengo preferencias en cuanto a género, muchas veces es cuestión de lo que necesite la historia, hay veces que la historia te pide un tipo de personajes en  concreto, otras veces es algo accesorio, la historia funciona igual con un género que otro. En mis primeras historias me pasaba a veces que tenía un personaje y de pronto me daba cuenta de que podía quedar mejor si lo cambiaba de género y lo hacía, simplemente cambiaba cuatro detalles y el nombre, sin cambiar realmente nada de la personalidad del personaje. Ahora esto no me pasa, veo más claros a los personajes desde el principio y supongo que voy teniendo también más seguridad a la hora de crearlos.


domingo, 17 de julio de 2011

Treinta días de escritura. Día 1


Siempre le echo la culpa a mis amigos de que me lían... pero la verdad es que soy yo la que se deja liar. Ahora William, desde su blog En la Antesala del Portal Oscuro, me ha pasado la batuta y yo la he recogido. A ver si consigo completar la meme.


1. Cuéntanos sobre tus proyectos favoritos de escritura o Universos, en los que ha trabajado y por que( Tell us about your favorite writing project/universe that you've worked with and why).

Es una pregunta difícil, no creo tener un proyecto favorito, he trabajado en muchos y... no sé, es como una madre con sus niños ¿cómo eliges a uno de entre todos? Hay cosas que me han costado más hacerlas, otros que salieron mal, pero todos los proyectos tienen algo especial.
Como no voy a dejar una respuesta tan sosa, os hablaré de un proyecto que se me quedó a medias. Lo he intentado retomar varias veces, pero no funciona. Estaba ambientado en un mundo desértico, donde no había nada (primer error, si no hay nada... termina siendo aburrido), lo único que habia eran unas montañas negras, de pizarra, en un extremo del mundo. Los habitantes del desierto eran como elfos, escuálidos y de piel dorada y vivían en pequeñas tribus, en tiendas hechas con pieles de dragón. Había una ciudad en medio del desierto, construida sobre pilotes, inspirada en los edificios de Le Corbusier, los habitantes de esta ciudad eran seres pequeños y enfermos que no salían nunca de allí. Tampoco los hombres del desierto se acercaban a la ciudad, porque los hombres de la ciudad eran peligroso y podían matarlos o cogerlos como esclavos.

En las montañas vivían los magos, fisicamente eran como humanos normales, tenían que servir como esclavos en la ciudad, pues el poder de la magia era menor que el poder de la mente de los habitantes de la ciudad y los dominaban.

Estructuré la trama en base a tres personajes, uno de cada raza, que se encontraban y tenían una historia común, de vez en cuando iba metiendo pequeños relatos en flash back para contar su vida anterior y describir los lugares que no saldrían en la historia aunque se hablara de ellos. Escribí la historia durante un tiempo, hasta que vi que no merecía la pena, la trama era aburrida, no tenía interés. Le faltaba acción, faltaba emoción, todo era... como el desierto, árido.

A veces he intentado retomarla, reestructurarla, usar ese mundo para otras cosas... Nunca ha funcionado, pero se le tiene el mismo cariño a los éxitos y a los fracasos.


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La imagen se la he robado a William, no sé de quién es.

domingo, 3 de julio de 2011

Matando personajes

Ayer leí un artículo de mi amigo William en su blog: En la antesala del Portal Oscuro donde contaba sus experiencias a la hora de matar personajes en sus relatos y lo mucho que le cuesta hacerlo. 

A mí también me costaba, y eso que la muerte de un personaje es algo que siempre está planeado, incluso antes de que el personaje esté del todo definido ya tengo claro cual va a ser su final, pero cuando llega el momento de escribirlo es posiblemente la escena que se me hace más difícil. 

Al principio no podía matarlos, ni aunque el personaje hubiera nacido exclusivamente para morir en un determinado momento. Recuerdo mi primera novela, hace ya miles de años, tenía un personaje destinado a morir al final y no fui capaz de matarlo. Todas las señales le llevaban a la muerte, era su destino, pero cuando llegó el momento no conseguí escribir su muerte. Hice una elipsis y la dejé en el aire, sugerida pero no contada. No podía matarlo.

Muchos años después, en Tiempos Oscuros, la novela que estoy colgando en el blog de Sevilla Escribe, volví a retomar ese personaje. No es exactamente el mismo, cambié algunas cosas, lo adapté a la ambientación y, de nuevo, lo destiné a morir. Esta vez sí fui capaz de matarlo. No voy a negar que me costó, que tuve la tentación de salvarlo in extremis en el último momento... Me contuve y no lo hice.

Mis primeras muertes en relatos cortos ocurrían porque el relato estaba centrado en eso. Un suicidio, un asesinato. El relato giraba en torno a la muerte o los personajes ya estaban muertos antes de empezar. Las últimas en cambio están mucho más centradas en la trama, son necesarias, están planeadas, pero no son la base del relato. Hay defectos que guardo desde mis primeros relatos que no he sido capaz de solucionar, a la hora de matar personajes sí creo que he evolucionado y que lo hago ahora mucho mejor.

Ahora no me cuesta matar personajes. Quizás me he vuelto más dura con la edad, o he aprendido a hacerlo. O quizás es que he comprendido que la fuerza de matar a un personaje no está tanto en la muerte en sí cómo en la forma en la que reaccionan los personajes que siguen vivos, en cómo su muerte afecta a la trama y al lector y son recursos que merece la pena aprovechar.

Contestando a las preguntas del test de William, yo no tengo problemas en matar a protagonistas si así lo he decidido, a mí los personajes no me protestan. Muertes aparatosas tengo algunas, pero la mayoría suelen ser bastante simples; tiendo más a lo sobrio, las muertes demasiado espectaculares atraen demasiado la atención y es muy fácil que tiendan a ser ridículas. 


El caballero de la muerte - Dalí