Aswarya se aleja de su tierra y recorre un mundo desconocido. Está sola y a la vez no lo está. Todo lo descubre con ojos nuevos y yo camino junto a ella. Sufro, lloro y río con ella, y me ilusiono al pensar en ver el mar por primera vez.
No tenía mucha confianza antes de entrar en esta partida. Era una ambientación nueva y desconocida para mí y no sabía si podría adaptarme a ella. Es un mundo duro, y en cada turno temo que mi personaje se muera, pero es también una partida que me enciende, me hace pensar y sentir, buscar, mi imaginación se llena de sensaciones que quieren salir. Y escribo y disfruto haciéndolo como cuando escribo historias. Muy pocas veces cuando termino un turno me siento tan dentro del personaje, como si realmente yo fuera ella, pocas veces termino un turno sintiendo que ha sido especial y que lo he hecho bien.
Os dejo hoy el último. Huimos de un grupo de bandidos que nos persiguen, mi compañero está herido y nos ocultamos en un bosque, y hago lo que puedo para que su espíritu no se aleje de su cuerpo.
El miedo nos sigue, nos atenaza, es nuestro más cruel perseguidor. Aquel a quien no podemos engañar. No puedo negarme a mí misma que estoy asustada. Que tengo miedo. Veo a Lucos desangrandose, aguantando, con esa sonrisa que no consigue ocultar el dolor que siente. Lo tumbamos en el suelo y me siento a su lado.
Calla. Calla. No, sigue hablando. Mientras hables estás vivo. Mientras hables tu espiritu no se unirá a los que me acompañan. Ya he perdido a demasiada gente. Demasiada. No quiero arrancar uno de tus dedos y unirlo a mi cinturón de huesos. Necesito la carne, el calor, la sonrisa y el sonido de los dados. La herida no sería grave si no tuvieramos que movernos, si no nos persiguieran, si el tiempo no jugara en contra nuestra. ¡Ah! Lucos, la suerte podria sonreirte al menos una vez. Al menos esta vez.
Me dices que busque una hondonada, el bosque no sirve. No, el bosque nos da un tiempo precioso que tengo que aprovechar. Quizás hubiera sido más sencillo nadar hacia la barca. Kerkan no habria perdido la oportunidad de ayudar a la princesa y llevarla a su destino, pero habriamos tenido que abandonarte, Lucos, y no estoy dispuesta a hacer eso. Ni siquiera lo entiendes, estoy segura de que ni siquiera lo entiendes. Posiblemente ellos tampoco. Me miran, como si supiera qué estoy haciendo. Lucos traduce lo que hablan. Sí, traduce, pideles que vigilen, que se preocupen ellos. Yo no puedo. Ni siquiera me salen ya las palabras.
Los muertos revolotean a tu alrededor, presienten que serás su próximo compañero. ¿Es que no veis que lo necesito con vida? No le tendáis los brazos, no le acojáis. Todavía no. Todavía no. Me quedaré sola en un mundo que no entiendo y que no me entiende. Levanto la cabeza y miro a la princesa, a su doncella, al guardia. Cansados, asustados, sangre seca, sudor y polvo. Trago saliva, pero soy incapaz de decir nada, espero que entiendan que ahora Lucos es lo más importante.
Me vuelvo hacia él. Dejo que mis dedos jueguen con su cabello, recorro la línea de su mentón, bajo mi rostro y le doy un beso, las lágrimas recorren mis mejillas, el guardia habla pero no lo entiendo, no quiero entenderlo. Aprieto la mano de Lucos con fuerza, su espiritu se tambalea, inquieto, puedo verlo como una larga mancha que se extiende sobre su cuerpo. Todavía duda, es un niño indefenso en el mundo de los muertos. Mira sorprendido todo lo que le rodea, ahora ve las cosas de distinta forma, o quizás todavía esté ciego y no las vea. Todavía está demasiado cerca de este mundo.
Glan fue niño antes de morir, ahora es el primero que extiende sus brazos hacia el desconocido que llega a su reino. Los veo, puedo verlos. Y podria extender mis manos y tocarlos si tuviera tiempo, si no estuviera sosteniendo la mano de Lucos. No voy a soltarla. Aplico sobre la herida una hojas de muérdago. Seco mis lágrimas. No veo más nítido a pesar de eso. Estoy tan cerca del mundo de los fantasmas que podría tocarlos, podrian verme. ¿Me oyen? ¿Me ois?
-Ayudadme -les pido, y mi súplica es un lamento lleno de dolor, un canto fúnebre-. No ha llegado su momento todavía, no es su momento. Si queréis que siga viva él también tiene que vivir. Habladle. Hacedle volver. Lo necesito. El peligro será mucho mayor si él no me acompaña. Lo sabéis.
Intento reconocer las formas de los muertos, pero se tornan borrosos, se entremezclan unos con otros. Extiendo mi mano y dejo que sus espiritus se enreden entre mis dedos, no puedo caminar con vosotros hoy. Hoy tengo que quedarme a este lado.
-Abuela. Abuela. ¿Eres tú? Atiende mi súplica. Siente mi dolor. Penetra en mis sentidos, mira con mis ojos. Ayudame. Ayúdalo.
Las sombras se tornan más intensas y ya no veo lo que tengo a mi alrededor. Solo las veo a ellas. Si el guardia sigue hablando yo ya no le escucho. Lo único real ahora es la mano de Lucos a la que me aferro. La aprieto con fuerza aunque él apenas cierra la suya en torno a la mia. Se me escapa. Se me escapa.
-Lucos. Lucos. No es momento. Tienes que volver a tu cuerpo. Tienes que ayudarnos. Me has metido en este lio y tienes que sacarme de él. No podemos seguir sin ti y no estás preparado. ¿No ves que la herida se va a cerrar? El muerdago detiene la hemoragia y ayuda a cicatrizar la herida. Te pondrás bien. Pero no puedes rendirte ahora. Tienes que volver. Mírame. Mírame con tus ojos. No mires a los muertos que me acompañan, no tienes que ir con ellos. No es tu momento. Regresa. Regresa a mi. Aprieta mi mano. Lucos. Aprieta mi mano. Regresa.
Noto el miedo a mi alrededor. Es un sentimiento. Una sensación. Ni siquiera sé si procede de mi, de mis compañeros, o de los muertos. Mis sentidos están en el puente. Sin pasar al otro lado, sin volver a este. Extiendo la mano hacia la sombra que se agita sin separarse de Lucos, mi cuerpo real apretando su mano real, mi espiritu intentando alcanzar el suyo. Mi personal partida de dados. Mi apuesta. No me has enseñado a perder, Lucos, no me has enseñado. No sé perder y mantener la sonrisa. Me echaré a llorar.
Ya estoy llorando.
Noto el miedo a mi alrededor. Es un sentimiento. Una sensación. Ni siquiera sé si procede de mi, de mis compañeros, o de los muertos. Mis sentidos están en el puente. Sin pasar al otro lado, sin volver a este. Extiendo la mano hacia la sombra que se agita sin separarse de Lucos, mi cuerpo real apretando su mano real, mi espiritu intentando alcanzar el suyo. Mi personal partida de dados. Mi apuesta. No me has enseñado a perder, Lucos, no me has enseñado. No sé perder y mantener la sonrisa. Me echaré a llorar.
Ya estoy llorando.
Guau una cronica de tu partida de Conan, a ver que tal si tan buena como la aventura misma
ResponderEliminarBueno, en realidad es solo la transcripción del último turno,aunque podría hacer una crónica si quieres leerla.
ResponderEliminarDe todas formas no sé si el pj va a durar mucho, me han puesto turno hoy y veo la cosa cada vez más cruda :s Ya te contaré.
Hola!
ResponderEliminarHe entrado en tu blog -soy Guli-, y aparte de la sorpresa de encontrar varios relatos tuyos -por cierto, me gusta tu forma de esribir y aprovecharé las vacaciones para leerlos-, me he llevado esta otra. Me congratulo de que te sientas de tal manera en la partida y eso se nota en los turnos, en los que cada vez más te pones en la piel de tu personaje. A mí, también me está emocionando, y "vivo" con intensidad los acontecimientos que suceden a la vez que disfruto de tu narración.
Un saludo, Rae.