domingo, 15 de noviembre de 2009

[Relato]¿Por qué llora Medusa, La Gorgona?

Este relato lo escribí para el III certamen de Microrrelatos Teseo, que terminó ayer (mejor no os digo en qué puesto quedé, un desastre). El certamen consistía en escribir un microrrelato contestando a la pregunta: ¿porqué llora Medusa, la Gorgona? Y esta fue mi respuesta.


Medusa - Arnold Böcklin


UNA HEBRA DE PELO


Todos los días sentía cómo las serpientes que nacían de su cabeza tiraban de ella, se agitaban en un baile eterno intentando escapar del cráneo que las apresaba. Medusa notaba los tirones, sentía cómo la arrastraban hacia las ramas de los árboles donde podían enroscarse para intentar alejarse de ella. Aguantaba las sacudidas porque al final siempre cedían y volvían a agitarse alrededor de su cabeza.

Cuando sus cabellos dormían sentía el peso muerto de las docenas de serpientes cayendo en cascada sobre su espalda. Los sueños de las serpientes a veces poblaban sus noches de vigilia ¿o eran suyos los sueños? Medusa veía un mundo donde huir, un lugar donde arrastrarse lentamente sobre la tierra seca, buscando piedras bajo las que esconderse. A veces se tendía sobre la hierba húmeda del jardín y ellas intentaban alejarse. Medusa entonces dejaba escapar alguna lágrima cuando sentía los fuertes tirones, porque dolía, porque tanto ellas como las serpientes estaban atrapadas y no podían escapar.

Aquella tarde su cabello estaba dormido y pesaba, Medusa paseaba por el jardín con la cabeza baja y muy quieta para no despertarlas, alguna se agitaba en sueños y siseaba. Medusa pasó junto a un viejo y retorcido olivo y una de las serpientes se enredó, por casualidad, entre las ramas. La serpiente no despertaba. Medusa intentó desenredarla pero no podía. Sentía el tirón en su cabeza. El dolor era intenso, pero lo aguantaba, redobló su esfuerzo pero la serpiente parecía enroscarse cada vez más en aquella rama, abrazándola con fuerza. Medusa entonces la miró y la soltó. Abandonó sus esfuerzos para que se soltara y lo que hizo fue tirar y tirar de ella, intentando desprenderla de su cráneo, arrancarla de cuajo y darle la libertad que ansiaba. Aguantó el dolor, ignoró las gotas de sangre que comenzaron a resbalar por su frente. Tiró, una y otra vez, y al final la serpiente se desprendió de su cabeza.

La serpiente aflojó el abrazo que la unía a la rama y cayó al suelo, muerta.

Medusa la miró, la sangre ya no resbalaba por su frente, notaba cómo la herida de la cabeza comenzaba a cerrarse y una nueva serpiente, pequeña y débil todavía, comenzaba a brotar de ella. Entonces se agacho junto a la serpiente muerta. Y lloró.

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