sábado, 12 de diciembre de 2009

[Relato] El baile

Este relato fue inicialmente un fanfic, ahora lo he remodelado un poco y he cambiado algunas cosas para que se entienda mejor si el lector no conoce la serie de la que he tomado prestados los personajes. Algunos reconoceréis el relato original, a los demás, espero que os guste.



Jan Toorop

 
EL BAILE
I.

Sus ojos eran dos ascuas de fuego ardiendo. Parecían brillar en la noche. Furiosos. Llenos de un deseo que invadía cada centímetro de su ser. Se sentía furioso por sentirlo, por creer que las cosas habían cambiado. La ausencia no había servido de nada y le dolía. Le dolía no haber podido olvidarla.

Neal temblaba cada vez que sus ojos se cruzaban con los de ella. Temblaba pero no de miedo. Ni de odio, aunque intentaba hacerse creer a sí mismo que esta era la emoción que lo embargaba. ¿Podía ser amor? No quería aceptarlo, quería llamarlo deseo, pasión. No es tan sencillo a veces engañarse a uno mismo.

Un capricho, había dicho su hermana con una sonrisa sardónica en los labios. Una estupidez, había dicho su madre, con altanería, añadiendo que ella nunca estaría a su altura. Su padre había permanecido en silencio, sin decir nada, aunque a Neal le pareció que bajo su adusto bigote sonreía.

La noche era cálida y Neal había bailado con todas. Con todas menos con ella. Los rizos rubios le caían en cascada por la espalda. El vestido era más azul que el cielo y la sonrisa que iluminaba su rostro no estaba dirigida a él.

-Aún la amas -su hermana le había cogido del brazo y había conseguido que desviara los ojos de la hermosa joven que era el alma de la fiesta-. Te despreció. Te rechazó. Te dejó en ridículo delante de todos. Pero aún la amas.

-No quiero amarla -la voz de Neal sonaba furiosa, escupía las palabras más que las pronunciaba, enfadado consigo mismo por lo que sentía y porque era tan evidente para su hermana-. No quiero, de veras, pero no sé cómo dejar de hacerlo.

-Ella nunca te perdonará -la voz de su hermana sonaba dura, pero la mano que ceñía su brazo era cálida, comprensiva. Neal se deshizo del contacto con un gesto.

-Cierto. Ella nunca me perdonará.

Neal se alejó de la pista de baile y se sirvió un cumplido whisky. Lo bebió con parsimonia, dejando que el fuego del licor se fundiera con el que le corría por las venas. Sabía que iba a sufrir al volver a verla. Todos aquellos años alejado de ella no habían hecho más que idealizar su recuerdo. La había dejado siendo poco más que una niña, una adolescente que se abría al mundo con valentía y coraje. Seguía siendo valiente y dulce a la vez, y mucho más hermosa. Miles de jóvenes la rodeaban, se deshacían en cumplidos con ella, la adoraban. Se casaría con alguno de ellos y él tendría que verlo. Neal terminó su copa de un trago y se armó de valor. Se cubrió con un escudo de indiferencia. Un escudo que cualquiera podría hacer añicos como si fuera de cristal, pero que era el único que tenía. Sus pasos atravesaron el salón de baile sin que supieran a dónde se dirigía. La copa vacía en su mano había dejado de temblar.

Ella estaba tan cerca. Oía su risa. Su voz aguda vibrando en el aire. Uno de sus admiradores salió del círculo para ir a traerle un poco de ponche. Neal aprovechó el hueco para adentrarse en el círculo, como si todo hubiera sido por casualidad.

Se miraron. En ningún momento de la noche habían estado tan cerca, tan solos a pesar de la gente que los rodeaba. Los reflejos del fuego en los ojos de Neal se hicieron más brillantes. La sonrisa de Claire desapareció de su rostro.

-Neal -murmuró ella.

-Claire -la saludó él, tragando saliva antes de continuar-. ¿Quieres bailar?

Ella bajó los ojos, quizás recordando pasadas humillaciones, quizás preguntándose qué tendría él esta vez escondido en la manga.

Neal esperó un segundo que se le hizo eterno.

-No, Neal, gracias. Mejor no.

Lo dijeron sus ojos antes de que las palabras salieran de sus labios. Ojos líquidos como el agua del mar. Había una súplica en ellos y Neal apartó sus ojos de fuego para dejarla pasar.

La contempló mientras se alejaba, rodeada de sus admiradores solícitos, alguno miró hacia atrás, hacia donde él se encontraba, con un gesto de triunfo. El fuego subió por los hombros y coloreó sus mejillas hasta hacerlas arder.

Le rechazaría. Le rechazaría una otra vez. Lo sabía. Sabía que nunca lo perdonaría, pero no podía dejar de amarla.



II. El OTRO LADO

Claire hubiera preferido no estar allí. Sonrisas huecas de gente que apenas conocía, que no la aceptaba del todo. Jóvenes que la buscaban porque era una rica heredera y no porque la conocieran. No sabían quién era. No sabían qué la hacía reír ni qué la hacía llorar. ¿Había alguno de ellos, en aquel salón, que lo supiera? Claire podía pasear entre ellos envuelta en seda azul y no encontraría a nadie. Ninguno la conocía.

Ella estaba allí por el orfanato que estaba intentando ayudar. Sus sonrisas se convertirían en donativos de todos aquellos satisfechos ricos, sería una carrera universitaria para Tommy y sería el carísimo tratamiento de un doctor alemán para Peggy. Eso la hacía sonreír, pero si hablaba de los niños a cualquiera de sus acompañantes sólo encontraba gestos difusos. No les importaba. No la escuchaban. Risas y sonrisas. Baile, música y ponche. Era mejor dejarse llevar. Disimular que era un pez fuera de su estanque.

Su hermano estaba lejos, en uno de sus largos y extraños viajes. ¿Negocios o huída? Claire nunca lo sabía. Tal vez las dos cosas. Tal vez ninguna. Ella aceptaba la responsabilidad igual que lo hacía él, con una sonrisa en los labios y el deseo de escapar pronto de allí en la cabeza. Sonrió a los jóvenes que la rodeaban, bailó con ellos. Ninguno de ellos la conocía. No sabían que lo que quería era salir de allí, trepar al más alto árbol del jardín y nadar en el lago a la luz de la luna. Ninguno de ellos quería conocerla realmente.

Vio cómo Neal se acercaba a ella. Llevaban años sin verse, desde aquellos amargos días donde ambos eran adolescentes y él había intentado imponerle su amor sin importarle que ella no sintiera lo mismo. A Claire no le gustaba guardar rencor. No lo odiaba. Aquella parte de su vida había quedado atrás y lo que importaba esa noche era su obra benéfica. Quizás podían empezar de nuevo. Quizás las cosas fueran distintas ahora que ambos habían crecido.

Neal se acercaba y sus ojos la miraban fijamente. Claire se dio la vuelta y dejó que sus admiradores la rodearan, cubriéndose con ellos, alejándose de esa mirada que la había perturbado en una noche aparentemente perfecta. Podría haber ido a su encuentro y saludarlo, ella era la anfitriona y él un viejo amigo de su hermano, pero no quería hacerlo. El pasado no estaba enterrado, lo había visto en los ojos de Neal. Claire no quería recordarlo, no quería que se acercara.

El estaba allí. Había traspasado el escudo de sus admiradores y estaba delante de ella. Sus ojos parecían estar ardiendo, consumidos por un fuego interior, y a Claire le pareció que si seguía mirándolos podría perderse entre las llamas. La voz de él sonó ronca, como si surgiera de muy dentro, la de ella tímida e insegura. El pasado se erguía ante ellos como un muro que él intentaba saltar y detrás del que ella se escondía. Claire se preguntó si le guardaría rencor todavía. Si la odiaba.

-Neal –consiguió murmurar, a modo de saludo.

-Claire –la saludó él.

Un leve saludo, un reconocimiento. No hacía falta más. Todos los que la rodeaban sabían que eran viejos conocidos, quizás debería haber dicho algo más, pero Claire no sabía qué.

Neal tardó un par de segundos en volver a hablar. Inseguro y decidido a la vez. Su mano apretaba con fuerza el vaso vacío que llevaba en la mano. Cubitos de hielo se deshacían rápidamente. A Claire le pareció que Neal era lo único real de todo cuanto la rodeaba.

-¿Quieres bailar?

Una pregunta inocente. Una petición que había oído mil veces esa noche. Había dejado que manos extrañas la condujeran por la pista de baile. Se había dejado llevar por ellas. Neal apretaba con fuerza el vaso y las venas se marcaban en sus dedos tensos, pero Claire tenía la mirada prendida en sus ojos, que no parecían querer soltarla. Dudó. Vio en ellos que él no había olvidado. Le resultó imposible contestarle mirándole a los ojos así que los bajó.

-No, Neal, gracias. Mejor no.

Se alejó de él rápidamente, sin intentar que la sonrisa de circunstancias adornara sus labios. Se alejó, y dejó que sus admiradores la rodearan de nuevo. Alguien le trajo una copa. Claire se volvió a medias y miró hacia atrás. Neal seguía en el mismo sitio, mirándola. Neal la conocía. Sabía cómo hacerle daño.

Sus miradas se cruzaron de nuevo, en la distancia. Claire vio cómo la mano de Neal apretaba el vaso con tanta fuerza que el cristal se hizo añicos entre sus dedos. El seguía mirándola, como si no se hubiera dado cuenta. Claire bajó la vista. No tenía que decir nada. El la conocía. Una gota de sangre cayó sobre los cristales rotos.



Adolf Gottlieb

2 comentarios:

  1. No conozco el relato original, pero éste me ha gustado.
    Acabo de ver la etiqueta Candy candy y me ha hecho gracia. La verdad es que le viene al pelo

    Te leo

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  2. Si, porque el relato original era un fanfic de Candy Candy, y si se mete en el blog alguna de las chicas que conozco de los foros de la serie para que reconozca el relato ;)

    Gracias por el comentario.

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