Hay un momento en la vida de una mujer en el que encuentra el zapato pefecto. A mí me pasó en mi pasado cumpleaños. Fue verlo y sentir amor a primera vista, era marrón cuando yo lo buscaba negro, tenía el tacón más alto de lo que suelo usar pero no importaba. Estaba rebajado a diez euros, solo quedaba mi número, me lo probé y me quedaba perfecto. Cuando vi en la programación de la Hispacón que estaría alli el Trono de Hierro no tuve ninguna duda de qué zapato iba a llevarme. Estaba previsto que lloviera, tendría que andar con un tacón alto... pero me haría una foto en el trono con mis zapatos perfectos, merecía la pena.
La Hispacón se celebraba en Urnieta, tenía que atravesar toda España para llegar, pasé la noche en el autobus para llegar a Madrid, donde había quedado con mis compañeros de viaje a las tres de la tarde en la estación de Chamartín y con Laura López Alfranca, alias Xa, a las doce para vernos un rato antes de que me fuera. Eran las ocho de la mañana y hasta las doce tenía mucho tiempo. Pensé darme una vuelta por los alrededores, aunque buscando por internet decían que para el turismo era una zona poco interesante, bueno, la cosa era estirar las piernas. Busqué primero la parada de metro donde había quedado con Xa y al encontrarla descubrí que frente a ella estaban las cuatro torres. Eran enormes, impresionantes.... pero entre ellas y yo había un enorme descampado y una carretera, no tenía ni idea de cómo llegar. Decidí pedirle a Xa que me llevara y mientras me daría una vuelta por el barrio saliendo por la puerta que estaba en el otro extremo de la estación. No tenía mapa, así que decidí intentar seguir una misma calle para no perderme, pero las calles, interminables, se iban curvando, me sonaban algunos nombres de cuando miré el mapa como cercanos a la estación y decidí arriesgarme, ¿y si conseguía darle la vuelta a la estación? Tras una hora andando llegué a las torres Kio, que tampoco las había visto nunca. Hice montones de fotos, aquello era impresionante y seguí andando hasta que llegué a las cuatro torres. Con tacones, arrastrando una maleta... para entonces ya estaba hecha polvo así que decidí intentar llegar a la estación desde allí, seguí un cartel y me encontré en una carretera sin arcén en la que no me atropellaron de milagro. Conseguí llegar a la estación y no me senté, sino que me derrumbé en un asiento, todavía faltaba un rato para que llegara Xa.
La Hispacón se celebraba en Urnieta, tenía que atravesar toda España para llegar, pasé la noche en el autobus para llegar a Madrid, donde había quedado con mis compañeros de viaje a las tres de la tarde en la estación de Chamartín y con Laura López Alfranca, alias Xa, a las doce para vernos un rato antes de que me fuera. Eran las ocho de la mañana y hasta las doce tenía mucho tiempo. Pensé darme una vuelta por los alrededores, aunque buscando por internet decían que para el turismo era una zona poco interesante, bueno, la cosa era estirar las piernas. Busqué primero la parada de metro donde había quedado con Xa y al encontrarla descubrí que frente a ella estaban las cuatro torres. Eran enormes, impresionantes.... pero entre ellas y yo había un enorme descampado y una carretera, no tenía ni idea de cómo llegar. Decidí pedirle a Xa que me llevara y mientras me daría una vuelta por el barrio saliendo por la puerta que estaba en el otro extremo de la estación. No tenía mapa, así que decidí intentar seguir una misma calle para no perderme, pero las calles, interminables, se iban curvando, me sonaban algunos nombres de cuando miré el mapa como cercanos a la estación y decidí arriesgarme, ¿y si conseguía darle la vuelta a la estación? Tras una hora andando llegué a las torres Kio, que tampoco las había visto nunca. Hice montones de fotos, aquello era impresionante y seguí andando hasta que llegué a las cuatro torres. Con tacones, arrastrando una maleta... para entonces ya estaba hecha polvo así que decidí intentar llegar a la estación desde allí, seguí un cartel y me encontré en una carretera sin arcén en la que no me atropellaron de milagro. Conseguí llegar a la estación y no me senté, sino que me derrumbé en un asiento, todavía faltaba un rato para que llegara Xa.
Ya sé que nada de esto tiene interés, pero es la excusa para poner la foto, que me quedó superchula ^^
¡Llegué!
Después me acerqué a la estación de metro. Xa no llegaba así que me senté en los escalones, pensando que tal vez me había equivocado de hora. Al poco tiempo me llamó, llegaba tarde porque habían publicado su nuevo libro La Tierra estuvo enferma pero venía. Comimos juntas mientras me contaba de qué iba, me daba consejos y hablábamos de cotilleos varios. A las tres nos reunimos con mis compañeros de viaje, iban a ser Nacho Becerril, nominado a dos premios Ignotus y dos premios Nocte por su antología El monstruo en mí, (que yo viajo con gente de categoría); Ángel Vela, "palabras", (que también viajo con gente polémica) y Laura S.B. a la que conocí ese día aunque no tardamos mucho en sentirnos como si nos conociéramos de toda la vida. Laura iba a presentar en la Hispacón su libro El letargo del pájaro de fuego, pero de la presentación ya os hablaré más adelante.
El viaje en tren fue largo pero como íbamos juntos podíamos ir charlando y molestando al resto de pasajeros. Solo nos llamaron una vez la atención, teniendo en cuenta que íbamos tres andaluces en un grupo de cuatro fue un gran logro. Ahí fue cuando mi ego comenzó a hinflarse, hablábamos de relatos y Nacho comentó un par de relatos míos que le habían gustado, hasta ahí todo normal, hablamos también de su antología, de cómo le pedían muchos que hiciera de Casa Ocupada, su relato más aclamado, una novela y pasamos a hablar de finales, de cómo nos gustaban a cada uno, de finales buenos y finales malos y va y de repente cita un final. Y me quedo con la boca abierta ¡porque es un final mío! Fue un momento de subidón total, que ya no es que el relato le guste, es que se acuerda de las últimas líneas. Por cierto que he vuelto de la hispacón con el ego por las nubes, prepararos.
Llegamos a San Sebastián y allí tomamos el cercanías hasta Urnieta. Nacho se erigió en jefe de la expedición y gracias a eso llegamos sin problemas. Llovía cuando dejamos el tren. Abrí el paraguas y tiré de la maleta siguiendo a mis compañeros. La primera impresión del pueblo fue algo sombría, a través de la lluvia, las calles estaban desiertas a pesar de que no era demasiado tarde y todo estaba lleno de cuestas empinadas en las que me costaba mantener el equilibro (recordad: maleta, paraguas y tacones es una mala combinación). Sorprendentemente no me caí y logramos llegar a la pensión Guria, donde Nacho, Ángel y yo nos alojaríamos. Nos sentamos un rato en la cafetería mientras esperábamos a que vinieran a recoger a Laura, que se alojaba en la residencia con los miembros de la organización y cuando llegaron los hermanos Laguna, Juan Ángel y Michel, decidimos irnos a tapear a otro bar.
Estuvimos en un sitio muy acogedor al que iríamos más veces, pero no recuerdo el nombre. Estando entre escritores es normal hablar de nuestras obras, conmigo se dedicaron a subirme el ego cosa mala, Juan Ángel aguantó como un campeón los comentarios de Palabras y este último se quejaba: "hablad de mí, aunque sea mal", nos decía. No le hicimos mucho caso. Juan Ángel nos enseñó las fotos de sus niños y, por supuesto, aprovechando que estaba con un autor ya con varias novelas publicadas, editor de Saco de Huesos y presidente de Nocte ¿de qué aproveché para hablar? ¡¡De las Microjustas!! Por supuesto no nos dijimos nuestras máscaras, aunque sí comentamos si habíamos pasado o no de ronda y lo que cambian las cosas siendo juez a verlo desde el otro lado.
Llegamos a San Sebastián y allí tomamos el cercanías hasta Urnieta. Nacho se erigió en jefe de la expedición y gracias a eso llegamos sin problemas. Llovía cuando dejamos el tren. Abrí el paraguas y tiré de la maleta siguiendo a mis compañeros. La primera impresión del pueblo fue algo sombría, a través de la lluvia, las calles estaban desiertas a pesar de que no era demasiado tarde y todo estaba lleno de cuestas empinadas en las que me costaba mantener el equilibro (recordad: maleta, paraguas y tacones es una mala combinación). Sorprendentemente no me caí y logramos llegar a la pensión Guria, donde Nacho, Ángel y yo nos alojaríamos. Nos sentamos un rato en la cafetería mientras esperábamos a que vinieran a recoger a Laura, que se alojaba en la residencia con los miembros de la organización y cuando llegaron los hermanos Laguna, Juan Ángel y Michel, decidimos irnos a tapear a otro bar.
Estuvimos en un sitio muy acogedor al que iríamos más veces, pero no recuerdo el nombre. Estando entre escritores es normal hablar de nuestras obras, conmigo se dedicaron a subirme el ego cosa mala, Juan Ángel aguantó como un campeón los comentarios de Palabras y este último se quejaba: "hablad de mí, aunque sea mal", nos decía. No le hicimos mucho caso. Juan Ángel nos enseñó las fotos de sus niños y, por supuesto, aprovechando que estaba con un autor ya con varias novelas publicadas, editor de Saco de Huesos y presidente de Nocte ¿de qué aproveché para hablar? ¡¡De las Microjustas!! Por supuesto no nos dijimos nuestras máscaras, aunque sí comentamos si habíamos pasado o no de ronda y lo que cambian las cosas siendo juez a verlo desde el otro lado.
Después de pasearnos un poco y ver los bares de la zona nos fuimos a la pensión que estabámos cansados y había que madrugar.
El viernes, guiados por Nacho de nuevo, llegamos a la casa de la cultura de Urnieta donde vimos la inauguración de la hispacón y los que estaban inscritos (yo no me inscribí porque estoy pobre, snif) fueron a recoger las acreditaciones y el pack de bienvenida. Palabras empezó a quejarse de los libros aún antes de verlos y le dije que los que no quisiera que yo los adoptaba sin problema. Estuvimos un rato por allí, nos indicaron el colegio donde estaba el resto de las salas y nos fuimos al que sin duda es el lugar más importante de una Hispacón: el bar. Debajo de un soportal habían instalado una barra y a su alrededor nos encontramos con todo el mundo. Saludé a Ramón San Miguel, que no está participando en las microjustas y no hablamos del tema... (rolling eyes...), conocí a un chico de Vigo muy majo del que no consigo recordar el nombre, llegó Magnus Dagon, al que asustamos diciéndole que la residencia en la que se alojaba estaba muy lejos, vimos a Jesús Cañadas, quizás el único de los presentes que entendió que dejara Sevilla Escribe porque la gente pensaba que soy sevillana (de Málaga, soy de Málaga ¬¬) y bueno, entre saludos, risas y gente que iba y venía llegó la hora de comer.
Esta foto la hizo Laura S.B. justo antes de irnos a comer
No sé bien cómo fue, pero de pronto me encontré caminando por una carretera. Ibamos hablando, así que no me di ni cuenta, pero cuando dejamos el pueblo atrás empezé a preocuparme. A Magnus le vino bien porque pasamos delante de su residencia y se quedó allí dejando sus cosas, a Laura no le iba tan bien porque a las cuatro tenía que presentar el libro de Amaya Felices y estaba preocupada porque íbamos con la hora justa. Incluso nos planteamos volvernos y comernos un bocadillo, pero al final seguimos adelante.
Sí, nos quedamos un poco atrás....
Cuando llegamos al restaurante, la impresión fue buena, demasiado buena, Laura y yo nos miramos en plan de "aquí nos van clavar". Decidimos compartir un plato, ya que ninguna de las dos come mucho, y lo más barato de la carta tenía muy buena pinta. La gente allí era muy amable y el servicio muy bueno, cuando le pedimos el filete para las dos nos los trajeron partido en distinto plato. Comimos a toda leche, Magnus me llamó para preguntar dónde estábamos y consiguió llegar al restaurante a pesar de mis indicaciones.
Eligiendo el menú
En cuanto terminamos de comer, y viendo que Laura estaba cada vez más nerviosa por la posibilidad de llegar tarde, nos volvimos ella, Magnus y yo mientras el resto terminaba de comer. Nos apresuramos y llegamos a tiempo para la presentación de Amaya, donde Laura haría de presentadora. Ya os lo contaré mañana.
Esperando la segunda parte de la crónica :)
ResponderEliminar¿Por qué no te planteas meterte a equilibrista? Con esos taconazos y el suelo mojado no tropezaste ni una vez. Mejor, porque si no habría tenido que salir corriendo detrás tuya mientras rodabas por las cuestas. Qué pueblo más empinado, y qué bonito todo XD
ResponderEliminar¡¡Estoy en ello, Uriska!! :)
ResponderEliminarLaura, yo misma estoy sorprendida de no haberme matado XDDDDD Cuando llegamos y vi las cuestas... se ve que tengo más rangos en equilibrio de los que pensaba xDDDD
Confiesa: te pusiste tacones para abultar algo al lado de palabras :-p
ResponderEliminarMe estoy riendo mucho con la crónica. Aunque hay alguna inexactitud: no nos fuimos porque estuviéramos cansados, sino porque nos echaron del bar, que cerraba XD
Yo creo que ni con tacones abulto a su lado xDDD Supongo que la que estaba cansada era yo xDDD No recordaba el detalle de que nos cerraron. Con algo de Laura también me equivoqué, o lo entendí mal, ahora no recuerdo.
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